La pandemia no ha puesto límite a la destrucción de la Amazonía. Un informe del Panel Científico por la Amazonía, señala que en los últimos 36 años, el pulmón de América ha perdido el 17% de su vegetación nativa a causa de la deforestación. El problema es que esta tendencia no se ha detenido ni siquiera durante 2020 y 2021, con grandes pérdidas de territorios. En 2021 la deforestación aumentó un 20% en Brasil, una cifra récord en los últimos 15 años. Los expertos advierten que de alcanzar entre el 20% y 25% de deforestación total, la Amazonía llegaría a un “punto de no retorno” que haría imposible salvarla.
Entre las razones que han producido este fenómeno destacan el avance de la ganadería expansiva, los incendios forestales, los asentamientos humanos, y la acción de grupos ilegales dedicados a la minería, el tráfico de madera y de drogas. Esto implica que estamos ante la posibilidad de que durante la presente década la selva tropical más grande del planeta pase irremediablemente a convertirse en una sabana, una catástrofe medioambiental que afectaría a todo el mundo, pero en especial a los países latinoamericanos por donde se extiende la región amazónica.
La Amazonía es una región de unos 7.000.000 de kilómetros cuadrados repartidos entre nueve países, de los cuales Brasil y Perú poseen la mayor extensión. Le siguen Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador, Guyana, Surinam y la Guayana Francesa. Su bosque o selva tropical es una de las ecorregiones con mayor biodiversidad del mundo y es vital para la regulación del ciclo de carbono en el ambiente y del cambio climático. Además actúa como un medidor atmosférico global.
Todo indica que para 2022 no habrá mejoras significativas. Los esfuerzos realizados por los gobiernos de Brasil, Perú, Bolivia y Colombia, entre otros, parecen insuficientes para romper la tendencia de destrucción de este verdadero pulmón de América.
Una nota de Infobae consigna que de acuerdo con la plataforma colaborativa Mapbiomas, entre 1985 y 2020, se perdieron 75,6 millones de hectáreas de selva y otras formaciones naturales no forestales, un área equivalente al territorio de Chile. Los asentamientos ilegales en el Amazonas llevan a la deforestación.
Rápida deforestación
De acuerdo con los datos de Mapbiomas, que usa mapeos satelitales del cambio del uso del suelo en toda la región, en 1985 la Amazonía solo tenía el 6% de sus zonas convertidas en “áreas antrópicas”, es decir, zonas urbanas o terrenos destinados a la agricultura, ganadería o minería. Para 2020 ese porcentaje alcanzó el 15% de toda la región.
“Estudios recientes apuntan que la pérdida de 20-25% de la cobertura boscosa de la Amazonía podría significar el ‘tipping point’ (punto de ruptura) para los servicios ecosistémicos de la Amazonía. Si continuara la tendencia actual verificada por MapBiomas, este punto de inflexión se podría alcanzar en esta década”, señala la plataforma.
Las consecuencias
La desaparición de la Amazonía como pulmón no solamente afectaría a la región y pasaría de ser una selva tropical a una sabana. Aumentaría el riesgo de incendios y devastación de la biodiversidad y las zonas vecinas. Produciría un desequilibrio terrible y rompería los balances de agua, energía y carbono de la cuenca del Amazonas, un debilitamiento del transporte de la humedad por los ríos aéreos y los chorros de vientos superficiales en toda Sudamérica. Produciría una disminución del transporte de humedad hacia los Andes, y se pondría en riesgo el suministro de agua en los países donde se encuentra la Amazonía. El Panel Científico por la Amazonía advierte a los gobiernos del mundo que deben actuar rápidamente para evitar un mal terrible al ecosistema de Sudamérica .